La Covid19 nos trae de cabeza, literalmente hablando…
Mucho hemos oído hablar sobre las secuelas psicológicas indirectas de esta pandemia: síntomas anímicos negativos por el confinamiento, preocupación por la inestabilidad laboral, la soledad, la adaptación a la «nueva normalidad»…
Tras la experiencia clínica de la atención psicológica a pacientes aquejados por la infección por coronavirus, evidencié un patrón mayoritario de síntomas psíquicos asociados a la covid19.
El paciente cuenta que primero comienza la ansiedad localizada en el pecho y la garganta, y después, poco a poco, vienen los síntomas depresivos como son la facilidad para llorar, pesimismo, desgana, y finalmente acabamos en el insomnio.
Y por qué parece que son síntomas secundarios a la enfermedad por coronavirus?
Muchos no saben explicar el por qué se sienten ansiosos, o qué pensamientos o circunstancias lo desencadenan. Todo es inespecífico y sorpresivo. De ahí que cueste encontrar desencadenantes claros que expliquen la sintomatología del caso, haciendo sospechar que la enfermedad o el tratamiento o (ambos incluso) lo están causando.
Hombre, si rascas siempre hay algo en la vida de cualquiera que debiera mejorar y que pudiera ser el causante de sus angustias, pero no es así en todos los casos y no cuadra su historia con su malestar.
Siempre que los síntomas narrados por el paciente son así de sorpresivos y cueste encontrarles una circunstancia clara que la justifique, tenemos que pensar en una enfermedad física causante o bien entender estos síntomas psicológicos como efectos secundarios de un fármaco.
Debemos tratar de no psicologizar todo lo que siente el paciente.
El descalabro continúa…
Este malestar psicológico, facilita el desequilibrio de otros pilares, como son:
- El trabajo: dificultad para mantener la concentración y responder adecuadamente al estrés,
- La familia: embotamiento emocional que dificulta la gestión de los conflictos y la convivencia.
Cuando todo esto se produce en un entorno tan atípico como el de un encierro, la frustración y la ansiedad generan una gran desazón que lleva a muchos a buscar entre sus asignaturas pendientes, que suele ser la pareja. Estamos asistiendo a multitud crisis de parejas y familias, separaciones y divorcios. Por lo tanto los duelos se multiplican.
Qué más puede pasar?
Lamentablemente algunos pacientes no tienen el apoyo familiar o social suficiente, muchos por la soledad del confinamiento, otros por la incapacidad de pedir ayuda y algunos por la dificultad comprender y expresar lo que sienten.
Si a esto le añadimos la singularidad de cada uno, sus rasgos de personalidad ya antes incipientes, aparecen cuadros de:
- Trastorno obsesivo compulsivo TOC
- Hipocondría
- Miedos
Vivimos una realidad muy extraña, a la cual adaptarse no es fácil para nadie. Para mantenernos estables necesitamos hablar del presente y del futuro, de lo que nos preocupa y de las emociones que se alojan en nuestro estómago. Todo lo que callamos nos enferma, tarde o temprano.
Bajo mi experiencia, de los síntomas más preocupantes, son los miedos y las rumiaciones, funcionan como una planta trepadora. El sufrimiento suele ser muy intenso y en silencio. El paciente cree que podrá «controlarlo», comenzando a «evitar» para controlar.
La ventaja de la premura: cuanto antes haya un abordaje psicoterapéutico más rápida será la mejoría.
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