Cuidar nuestro cuerpo para sentirnos ágiles; controlar nuestra alimentación para estar más saludables. Todo esto debe ser un objetivo para sentirse mejor con uno mismo. La orthorexia aparece cuando la vida sana se convierte en una obsesión patológica.
De entrada se podría pensar que la orthorexia es algo positivo pero, normalmente, va adquiriendo tintes que rallan en la patología obsesiva y que condicionan y aíslan a la persona. Los orthoréxicos normalmente están muy condicionados a la hora de asistir a determinadas reuniones sociales que suelen darse entorno a una mesa.
Qué es?
El término orthorexia, que etimológicamente refiere al “apetito justo o correcto”, en realidad refiere a la obsesión por la dieta sana, hasta el punto en que puede considerarse problemático o incluso patológico.
La persona tiene tendencia a evitar ciertos alimentos como, por ejemplo, las grasas, conservantes o productos de origen animal, entre otros. Sin embargo, esta conducta termina por convertirse en obsesiva, con unos rituales y compulsiones muy aparatosos y que influyen negativamente en la vida cotidiana de la persona. Paradójicamente comienza buscando una vida saludable y acaba siendo algo insano física y psicológicamente.
La orthorexia no es un trastorno tipificado, esto quiere decir que no aparece como tal en los manuales de diagnóstico psicológico de los que disponemos los clínicos. Sin embargo, sí que se trata de una problemática evidente (y creciente) y, como tal, se ha hecho bastante investigación al respecto
Cuáles son los riesgos?
De una orthorexia desarrollada cabe esperar todos los problemas derivados de unos malos hábitos alimentarios, ya sea por falta de alimentos específicos (como grasas), o por consumo excesivo de otros (frutas y vegetales). Así, nos podemos encontrar con diferentes fenómenos como la pigmentación amarilla de la piel en la cara, las uñas y las manos, derivadas de la hipercarotinemia; problemas de tensión, de regulación de la temperatura corporal y de bajo tono energético general, entre otros, derivados del bajo consumo calórico; se pueden producir problemas gastrointestinales derivados de un bajo aporte proteico que produce la atrofia de los músculos del trato intestinal, etc.
Al déficit nutricional se suma un déficit emocional cada vez mayor, cuando la restricción alimentaria se convierte en la conducta aprendida para dar respuesta a estos problemas emocionales, es muy fácil ir subiendo el espectro restrictivo hasta llegar a lo que conocemos como Trastornos alimentarios tipificados: Anorexia nerviosa y Bulimia nerviosa. El mayor problema es que las personas que padecen de orthorexia son consideradas población de riesgo para dar el salto a trastornos mucho más graves como estos.
Cómo salir de esta preocupación por la alimentación?
Esto suele necesitar del asesoramiento de un dietista-nutricionista según lo desorganizados que estén los hábitos alimentarios de las personas afectadas por este tipo de trastornos. Este proceso incluye el desbancar falsos mitos y creencias alimentarias, aprender a disfrutar de la comida y del buen comer (algo muy difícil dada la connotación negativa que adquiere el comer para estos pacientes) y, sobretodo, desvincular la alimentación de los procesos psicológicos, y no usarla como una vía de escape para ansiedades y malestar emocional y psicológico.
Por otro lado, existe todo un proceso de cambio psicológico. Todo proceso de cambio requiere del paciente una chispa sin la cual no se puede avanzar: conciencia de problema y convicción de cambio. El principal escoyo para tratar este tipo de trastornos es el asumir que el trastorno responde a otras faltas emocionales y/o vitales. Si estas faltas no se trabajan, se asumen y se les pone remedio, por mucho que se trate la orthorexia (o para el caso, cualquier otro síntoma), tarde o temprano se terminará por externalizar dichos problemas psicológicos por otras vías, con nuevas ansiedades, obsesiones y compulsiones.
A modo de resumen, lo principal es conocerse a uno mismo, tomar conciencia y, sobretodo, responsabilidad de la propia situación y, con esta responsabilidad, si creemos que no tenemos energía, conocimiento o fuerza suficiente para hacer los cambios necesarios, ponernos en manos de profesionales que nos acompañen en este proceso.
Fuente: Mª del Mar Cinto- Psicóloga y dietista-nutricionista