Entendiendo la Soledad No Deseada: Un Reto Actual

Cuando Marina entró a mi consulta por primera vez, tenía 32 años —trabajo estable, familia a dos horas en coche, gente alrededor cada día, practica deporte y a veces tiene citas con chicos— y sin embargo, dijo con voz baja: “Me siento sola aunque parezca increíble”. Miré sus manos enroscadas y apretadas, como si sostuvieran un silencio demasiado pesado. Esa frase —tan simple y tan profunda— resume algo que vemos cada vez con más frecuencia: esa soledad no deseada que no siempre es visible desde fuera, pero que se siente inmensa.

Ese dolor tiene nombres, cifras y consecuencias que la ciencia ya está empezando a visibilizar con contundencia. Y este 16 de diciembre, en el Día de la Soledad No Deseada, es un buen momento para hablar de ello con datos reales, respeto y esperanza.


¿Qué entendemos por soledad no deseada?

La soledad no deseada se define como la brecha entre las relaciones sociales que una persona tiene y las que desea. No tiene que ver simplemente con estar solo físicamente —muchas personas solas están en paz— sino con sentir que falta algo esencial en nuestras conexiones emocionales.


Prevalencia actual: un fenómeno común, no aislado

Los estudios más recientes muestran que la soledad no deseada no es marginal ni rara:

  • En España, alrededor del 23,3 % de los hombres y 29,7 % de las mujeres reportan sentir soledad no deseada, con mayor prevalencia entre jóvenes y adultos mayores, especialmente en clases sociales más desfavorecidas.
  • Datos de 2025 sugieren que casi el 40 % de los jóvenes menores de 30 años han vivido soledad no deseada en algún momento del año.

Estos números nos dicen que esta experiencia no es una rareza, sino un fenómeno social extendido y creciente que merece atención clínica y comunitaria.


Efectos en la salud: no es solo “sentirse mal”

La soledad no deseada no solo afecta el ánimo: tiene impacto real en el cuerpo y la mente. Las investigaciones más recientes y revisiones sistemáticas han encontrado que:

  • Está vinculada a mayor riesgo de depresión y ansiedad; cerca del 40 % de las personas que la experimentan también presentan síntomas de estos trastornos.
  • Hay evidencia robusta de que la soledad prolongada se asocia con peores estados de salud general, incluso incrementando el riesgo de mortalidad y enfermedades cardiovasculares.
  • La Organización Mundial de la Salud equipara el impacto de la soledad crónica en salud con factores como el sedentarismo o el tabaquismo, al aumentar riesgos de demencia, infarto o muerte prematura.

Como profesional de la salud mental, puedo afirmar que estos efectos no son abstractos: los vemos en la consulta día a día. Las quejas recurrentes de cansancio, tristeza persistente, dificultad para dormir o falta de motivación pueden ser una señal de desconexión emocional real.


Causas y factores relacionados

La soledad no deseada no surge de la nada. Sus raíces son complejas, entrelazando aspectos personales, sociales y estructurales:

  • Cambios vitales: pérdidas, cambios de rol, movilidad laboral y rupturas sociales intensifican la sensación de desconexión.
  • Desigualdades sociales: factores como posición socioeconómica, discriminación o falta de apoyo familiar incrementan la vulnerabilidad a experimentar soledad no deseada.
  • Redes afectivas insuficientes: el simple hecho de tener relaciones sociales no garantiza que estas satisfagan las necesidades emocionales profundas de una persona.

Además, la evidencia sugiere que la percepción de soledad importa tanto o más que el número de contactos sociales. Una persona puede estar rodeada de gente y sentirse sola profundamente si no encuentra conexión emocional en sus vínculos.


¿Qué podemos hacer como sociedad y como profesionales?

La ciencia también nos ofrece puntos a tratar para abordar las soledad no deseada:

  • Intervenciones comunitarias —como redes de apoyo vecinal o actividades intergeneracionales— han mostrado efectos moderados en la reducción de la sensación de soledad en personas mayores.
  • Terapia psicológica focalizada en habilidades interpersonales, regulación emocional y fortalecimiento de redes ha demostrado ser un enfoque valioso para quienes sufren soledad no deseada persistente.

No es exagerado decir que la soledad no deseada es un reto de salud pública, y requiere estrategias tanto individuales como comunitarias para abordarla eficazmente.

Este 16 de diciembre, el Día de la Soledad No Deseada, te invito —como profesional y como persona— a mirar estos ecos con respeto y curiosidad. Porque cada estadística es una vida con nombre propio, y cada historia merece ser escuchada sin prisa ni juicio.

«Estoy como el tiempo»

Avanza el mes de noviembre y se lleva por delante la luz y nos trae el frío.

Seguimos organizando agendas, compras, planes, trabajo y nos repetimos que este año no nos va a coger la tristeza y agotamiento de otros años, que esta vez seremos positivos y cumpliremos todos los tips para cuidarnos.

Otro otoño más. Sentada frente a la taza de café hablando a solas contigo misma:

“Estoy como el tiempo”

“No tengo energía, estaré deprimida?”

“No encuentro el sentido a nada”

Respira, te pasa lo de todos los años, porque el cambio de luz que se produce en otoño es una fuente de inestabilidad emocional para muchas personas y además es un rasgo hereditario que te cuento más abajo.

Tu nerviosismo y autoexigencia por encontrarte bien son una respuesta de supervivencia para controlar el malestar que sientes en esta época del año.

Es miedo a no estar bien, a no sentirte con fuerzas para emprender el día de trabajo o tus responsabilidades habituales.

Es temor a sentirte vulnerable y repetir la historia de cada otoño.

En terapia lo vemos una y otra vez, personas valientes, comprometidas, sensibles, agotadas cada cambio estacional por intentar ignorar su falta de energía y desesperanza interior. Exigirte estar bien no es el camino.

El trastorno afectivo estacional, es un síndrome diagnosticado clínicamente y se considera el extremo más grave de un espectro de estacionalidad. Clínicamente, se han descrito dos tipos de estacionalidad: uno caracterizado por un patrón invernal y otro por un patrón estival de alteración del estado de ánimo depresivo.

Existe una predisposición biológica a sentirse afectado en el estado de ánimo y el comportamiento a causa de los cambios estacionales.

Existe una tendencia a que estos cambios anímicos sean hereditarios, especialmente la estacionalidad invernal. Estos hallazgos respaldan los esfuerzos continuos para comprender el papel de la luz, la vitamina D, el aislamiento, la inactividad, y su causalidad en el estado depresivo que se vive en el trastorno afectivo estacional.

Por eso hoy te recuerdo que no tienes que llegar a todo, solo a ti.

Y si este otoño eliges mirarte mejor?

Muchas gracias por tu tiempo. Pasa un gran día.

Madden PAF , Heath AC , Rosenthal NE , Martin NG. Cambios estacionales en el estado de ánimo y el comportamiento : el papel de los factores genéticos . Arch Gen Psychiatry. 1996;53(1):47–55. doi:10.1001/archpsyc.1996.01830010049008

Ansiedad, me amargas

Está por todos lados, allí donde vas te acompaña.

La ansiedad es esa sensación que hasta que no la sientes con intensidad, lo llamas estrés o nervios.

La ansiedad es otro nivel, porque es realmente invalidante, y continuar con tu vida como si nada es casi imposible.

A media mañana, entre las 11h y las 12h, aparece para saludar y amargarte el resto del día. No te va a dejar dar pie con bolo y depende de tu personalidad y lo que aprendieras de pequeño, te mostrarás triste o más bien enfadado. Lo dicho, depende de si te permitieron más de lo uno o de lo otro. Eso lo analizo en la consulta, porque entender la ansiedad es crucial para salir de ésta.

La ansiedad ha llegado para incomodarte, justamente eso. Ha venido para decirte que no, que no puedes con más. Continuar disimulando solo nos empuja hacia el fondo del pasillo de la consulta del médico. La ansiedad necesita ser expresada, ponerle palabras, o lágrimas o suspiros. Mirar para otro lado, sonreír y mentirte, no va hacer que se vaya.

Suele dar miedo. Bueno ese es su fin, invalidarte para que te pares. Pero tras el pico de angustia o la crisis de pánico no hay nada más, no hay muerte ni nada parecido, aunque tus sentidos te digan que sí.

Tras las ganas de salir corriendo, la presión en el pecho o la falta de aire, lo que viene es lo mismo, más de lo mismo, la ansiedad.

Hasta que le pones palabras, empiezas a afrontar, aceptar, cambiar esto o lo otro, o duelar lo que se perdió. Caminando todo ese sendero, verás como tu cuerpo y tu mente se calman.

Eso hacemos en la consulta, recorremos juntos historias llenas de ansiedad, con linternas y machetes, con lágrimas y con rabia, pero juntos, para que por fin seáis más libres.

A esto me dedico, cada día, a hacer la vida de los demás mejor, a ayudarles a sentirse capaces de poder con todo, a recuperar su conciencia de quiénes son, a sentirse fuertes de nuevo.

Hoy es el día de la psicología, 24 de febrero, y era un buen día para hablar del síntomas que más inunda mi lugar de trabajo.

Reinará de nuevo la tranquilidad.

Porque hay salida.

La hay.

Por qué procrastinamos? El vínculo entre la perfección y la parálisis

En este artículo para El País, Mamás y Papás reflexionaba sobre las causas de la procrastinación en la crianza, y bueno creo que ya he postergado mucho esto de compartir el artículo por aquí.

En realidad en este artículo para El País, hablo sobre madres que llegan tarde, que dejan las migas por barrer, que olvidan la cartulina marrón o dejan la coleta descentrada. Madres imperfectas que se exigen no serlo nunca más. Y vuelta a empezar. Un recorrido por el camino de la perfección, con la falsa sensación de estar más cerca del control ante el caos que supone la infancia.

Procrastinas, lo dejas para mañana aunque digan que es mejor para hoy. Estás en el día de la marmota y la pereza te hace procrastinar, son demasiadas cosas que atender y pensaste que tú serías capaz de controlarlo casi todo o todo. «Para qué hacerlo hoy, si mañana será otro día igual».

Tienes el artículo completo pinchando en la imagen. Espero que te ayude mis reflexiones en este artículo que escribí para El País, Mamás y Papás, como profesional y también como madre.

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Más allá del Fin

Verás, en un hermoso jardín, una flor brillante y colorida creció en el centro. Su fragancia atraía a mariposas, pero había una que siempre se posaba en sus pétalos: una mariposa dorada que la visitaba cada día.

Un día, la flor notó que su amiga mariposa no llegó. Pasaron los días y la tristeza la invadió. El viento soplaba y sus pétalos se marchitaban, pues la ausencia de la mariposa la hacía sentir sola.

Una mañana, una anciana mariposa se posó junto a ella. La flor le preguntó con pesar: “¿Dónde está mi amiga? La echo tanto de menos.

La anciana mariposa sonrió con ternura y le respondió: “Tu amiga siempre estará contigo, aunque no la veas. La muerte no es el final, sino una transformación. Ella ahora vuela libre en otros jardines, y su esencia vive en cada rayo de sol que toca tus pétalos.”

Si me preguntasen a mí?

Diría que aún puedo escuchar sus frases típicas, con las que yo quedé marcada. Las escucho a veces en mi cabeza, como si en conversaciones cotidianas ellos contestasen, desde mi interior, porque todos ellos habitan en mí, dentro de mi ojos.

Acercar su olor me cuesta más, lo consigo efímeramente, no logro sostenerlo por mucho, y eso me entristece.

Pasan los 1 de noviembre, pero ellos siguen estando. Sentirles y pensarles es un calor agradable. Tal como hacemos hoy “día de todos los santos” consuela recordar a los santos de nuestra vida.

La flor comprendió que el amor que compartían no se desvanecía con la ausencia. Desde ese día, aunque extrañaba a su amiga, también celebraba su recuerdo, dejando que la luz y la vida la llenaran de nuevo.

Por qué hablo de esto?

Hoy 1 de noviembre, recordamos y honramos a quienes hemos perdido, y lo hacemos así porque nos ayuda a conectar con el recuerdo y seguir caminando.

El duelo es un proceso natural que transitamos cuando perdemos a alguien importante. La muerte trae consigo una mezcla de emociones: tristeza, confusión, e incluso culpa. Aunque cada persona vive el duelo de manera distinta, es importante entender que estos sentimientos son normales. En la psicología, sabemos que el duelo no tiene una «fecha de caducidad»; el paso del tiempo permite, poco a poco, aprender a vivir con la ausencia y a recordar sin tanto dolor.

A lo largo del duelo, el tiempo se convierte en un aliado. En un principio, los recuerdos pueden ser dolorosos, pero con el tiempo, las personas solemos encontrar formas de recordar de manera positiva a quienes ya no están. Este proceso de aceptación no significa olvidar, sino aprender a integrar la pérdida en la vida de una manera que permita seguir adelante.

El acompañamiento emocional ayuda a comprender que el duelo es un viaje personal y necesario, donde el tiempo ayuda a sanar, aunque no borre completamente el dolor.

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